jueves, 19 de febrero de 2009

Inicié este viaje para conjurar tu ausencia. Para intentar establecer un equilibrio entre mi dolor y tu recuerdo. Para salvarte de mi olvido imposible y no condenarte al perpetuo recuerdo. Inicie este camino ya cansada de buscarte en mis pasillos, en mis noches, en mis sueños. Vencida por la certeza de no reencontrarme más nunca con olor a animal que late fuerte, contundente, único. Hoy, después de casi tres años, te dejo marchar, pero no te vas. Continúas aquí, custodiando mis pasos. Iluminando los pasillos oscuros de esta casa que te contiene. Afuera, tras los cristales, te veo correr libremente, masticar la hierba de los campos, maullar tu celo bajo la luna llena. Es posible que un buen día vuelvan a coincidir nuestras presencias en otra estancia distinta.