jueves, 30 de abril de 2009

CALLEJERO

HASTA HACE poco tiempo uno se podía tropezar con tu paso alegre en cualquier calle de cualquier pueblo o ciudad. Llegabas normalmente solo, moviendo el rabo. Olisqueabas las bolsas de basura, marcabas tus esquinas, te parabas en los portales abiertos donde los niños jugaban para contagiarte con su risa de buenos augurios con los que combatir el hambre. Todos te conocían. Eras el canelo, el sato, el callejero. El que acompañaba siempre a doña Juana hasta la puerta de su casa. El que se apostaba a los pies de Andresito el “borrachín” para velar su sueño. El que ladraba cuando los extraños irrumpían en la plaza del barrio con su desasosiego. El que presentía la muerte de los otros. El que primero recibía la pedrada.
El destino de tus noches y tus días no se dejaba amarrar a un extensible ni tenían dueño tus afectos, regalados sin usura a los que, como tú, nada tenían.
Ahora pareces extinguido. No hay rastro de tu huella en mi mundo. Te han exiliado de las calles de estas islas y te han cambiado el nombre. Poco a poco te han convertido en un triste “animal de compañía” por el que nadie paga y al que muchos abandonan como a un trasto que no sirve. Tú, sato, canelo, querido callejero, permaneces en las perreras (ahora refugios) a la espera de que alguien sepa leerte el alma.
Mientras, nosotros, los humanos, nos llenamos la boca y hablamos de derechos, incluso de los tuyos. Pero cuentan que hace dos semanas un hombre tiró a la “mascota” de su novia por un puente, aquí, en Santa Cruz, cerquita del antiguo cine Greco. Cuentan que esa “mala bestia” se subió luego tranquilamente a una guagua. Cuentan que los aullidos del pobre animal agonizante se prolongaron toda la noche y que nadie, nadie, acudió.

jueves, 23 de abril de 2009

Abril

Abril la hemos llamado.
Querido Mobutu, Ana y yo tenemos en casa un trasto peludo de dos meses que se antoja va a ser más cafre que tú. Por lo pronto, sólo lleva un día con nosotras, pero creo que se va a quedar. Es excesivamente mimosa. Ya sabes, la separaron de su madre, y su antigua dueña, que al parecer la quería mucho, tuvo que elegir entre ella y su pareja. Cosas de humanos. Inexplicables. Pero bueno, el azar no las ha traído. El azar y Ana, que la escondió bajo la manta del sofá y me dio una sorpresa, ella, la más reticente a tener un nuevo animal después de ti.
Espero que estés donde estés nos eches un mano con esta "panchita". Ojalá sepamos cuidarla, porque quererla, ya la queremos. Tú nos enseñaste muy bien. Nos abriste el corazón de par en par. Te queremos. Siempre.