Varias horas antes de que el ex vicepresidente de los Estados Unidos expusiera sus "verdades incómodas" en el Auditorio de Tenerife ante un nutrido grupo de políticos y empresarios, y apelara a nuestra "responsabilidad moral" para frenar el cambio climático, Canelo abandonaba este mundo, "el único lugar que tenemos para vivir", en palabras de Al Gore. Asimismo, unas horas antes de que el viejo Canelo se citara con su muerte había salido a la calle con su galope corto a olisquear como siempre esquinas y perritas en celo, ignorante (gracias a Dios) del calentamiento global del planeta y de nuestra mala conciencia por ser los únicos responsables de no tener futuro. Esta misma noche Canelo andaba ya asfixiado. Su problema es que tenía un corazón demasiado grande, prácticamente no le cabía en el pecho, y el era pequeño, muy pequeño... Así es que, poco a poco, dejó de respirar ante la mirada de su querida Sofía, que permaneció con él hasta que tuvo que irse a trabajar. Y casi a la misma hora en que Al Gore abría una ventana a la esperanza a sus angustiados espectadores tras describirles las catastróficas consecuencias del deshielo de la Antártida yo me enteraba por sms de la muerte de Canelo, de nuestro querido Canelo, y abríamos los ojos para dejar escapar las primeras lágrimas. Más tarde, mientras el ilustre conferenciante almorzaba en Pueblo Chico con Ricardo Melchior y se asombraba de la "intelectualidad" de Marisa Tejedor mientras degustaba platos elaborados con productos de la tierra, yo me asombraba del frñio de la muerte en un día tan caluroso y velaba el cuerpo de Canelo en su casa, junto a Sofía, la mujer que había elegido como dueña. Permanecía ahí quieto, en calma, como escuchando todos los disparates que sobre él decíamos. Por la tarde enterraron a Canelo, en esta misma tierra que al parecer agoniza. A esa hora yo estaba trabajando, por eso me despedí antes. Y mientras su dueña y varios de sus amigos brindaban por él entre lágrimas y pensamientos silenciados, yo no podía dejar de pensar en lo egoísta que soy: hoy no me duele el mundo, sino tu ausencia.
(Este texto lo escribí y publique el 28 de junio de 2007, creo que un día después de la muerte de Canelo)
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