miércoles, 1 de octubre de 2008

La madre gata alimenta a su hijo gato

Lo mira, baja la cabeza,
seguramente hablándole a su modo.
Entonces,
poco a poco
llega él hasta el pecho enriquecido:
se pega, traga, estira, se atraganta
y ella? En paz.
La madre gata no lo esquiva,
ni fija tiempo, condición:
no hay lucha.
La madre gata no tiene senos que cuidarle a la lujuria
hurtçandole a su hijo el alimento
y el hijo gato, claro
no defiende, goloso, su derecho.
Y asçi estarçan el tiempo que çel decida
hasta que elija su camino:
estrenando un tejado,
en juego distanciado con la luna,
en su grito de guerra interminable
o el día del pez llevado hasta la espina.



(Desconozco el autor/a de este poema, pero sé que es hispanoamericana. Sólo conservo una hoja suelta)

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