A rastras se te acerca
y te lame las piernas,
perro fiel, con sus ojos de agua,
y te tiende las manos,
y te pide socorro.
Y tú le miras
como un sol que se cae
sin poder detenerse,
y le tiñes de rojo,
y el pecho le traspasas
con tus ojas de cobre.
A rastras se te acerca,
asomado a una lágrima,
y una luz criminal
le muerde en el silencio.
Malherido,
dando vueltas,
aullando se estremece.
Tú, miserables,le acaricias,
mientras tu corazón está muy lejos.
(De Pensando que el camino iba derecho)
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