lunes, 23 de junio de 2008

De gatos, perros y otros animales

Decía Adolf Huxley que si lo que se desea es escribir sobre los seres humanos, lo mejor que se puede tener en casa en un gato. Yo, que soy un animal solitario, aunque no esté sola, tuve el enorme privilegio deamar a un gato. No pagaba hipoteca, pero se convirtió en el dueño de mi casa; nunca me importo, siempre recibi mucho mas... Ahora, que no esta, la casa y yo nos hemos quedado deshabitadas, vacias. Hay pasillos que permaneces intransitables, detenidos, como esperando... Es curioso, pero a estas alturas del camino, en el que las ausencias se suman y se multiplican, estoy convencida de que hablar de la muerte es una buena forma -al menos la unica que he encontrado- de recobrar la esperanza, porque sí que es cierto que uno tiene que adueñarse de sus recuerdos para poder aceptar la despedida. Mi dolor mide lo mismo que mi afecto, ni más ni menos. Sé que muchos pensar´n que no hay que confundirse, que cada cosa tiene su lugar, y hasta serán capaces de establecer sutiles diferencias entre el aprecio, el cariño, el amor... Como decía, a estas alturas del camino, yo sólo sé que la muerte nos iguala a todos sin excepción. Eso me alivia. No me disgusta la idea de que mi padre, gran amante de los gatos, esté ahora jugando con el mío. Y soy de la opinión de Lord Byron, que no dudaba en sentenciar que cuanto más conocía a los hombres, más amaba a su perro. A él se debe uno de los epitafios más hermosos que he leído nunca. Precisamente colgaba de la entrada de la clínica veterinaria donde hace una semana fallecía Plin. El poeta inglés le escribía a su perro Botswain: "Aquí reposan los restos de una criatura que fue bella sin vanidad, fuerte sin insolencia, valiente sin crueldad, y tuvo todas las virtudes del hombre y ninguno de sus defectos".
Yo no supe que pensan cuando se murio mi gato, asi que tampoco pude escribirle un epitafio o algo parecido. A cambio, los que lo amamos, sobre su tumba plantamos un limonero; no es que le gustaran los limones, epro era un gran amante de las plantas, debía de tener vocación de marinero. Ahora, por mucho que busque en mis bolsillos, sólo encuentro un silencio prolongado en el que vierto toda mi extrañeza.


(Esto lo escribi y publique un 18 de julio de 2006, ocho días después de que Mo se muriera)

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