martes, 2 de febrero de 2010

El tiburón zorro

Malapascua (Filipinas), 2 feb (EFE).- El tiburón zorro, en grave peligro de extinción y muy difícil de observar en mar abierto, ha encontrado en una remota isla filipina un santuario donde el único ser humano que le molesta es algún submarinista desaprensivo.
A salvo de los pescadores que lo cazan para vender sus aletas a restaurantes chinos, el escualo nada sin miedo por las profundas aguas de Malapascua, a la que hace cinco años llegó un científico británico que se propuso encabezar la primera iniciativa seria para preservar al animal en el segundo mayor archipiélago del mundo.
Simon Oliver es el fundador del Proyecto para el Estudio y la Conservación del Tiburón Zorro (TSRCP) de Filipinas, que se encarga de fomentar la preservación y observar el comportamiento del animal, también llamado zorro marino y conocido por su larga cola.
Después de un lustro en Malapascua y hasta hace muy poco sin ayudas de instituciones tanto locales como extranjeras, el TSRCP ha logrado que la isla haya pasado de mero paraíso del buceo a un área protegida para el escualo.
Oliver y su equipo de voluntarios han conseguido que todos los operadores de submarinismo exijan a sus clientes que cumplan normas para no perturbar a los tiburones, como no intentar tocarlos, nadar a su lado o dañar el coral mientras esperan a verlos emerger del abismo.
La organización también ha convencido a los lugareños de que es potencialmente más lucrativo proteger al animal como reclamo turístico que seguir haciendo la vista gorda con los pescadores que se empeñan en amputarles la cola para la sopa.
"Un tiburón que es visto cada día por una media de tres turistas genera unos seis millones de pesos (128.470 dólares) en ingresos anuales, mucho más que los 8.000 pesos (171 dólares) que se pagan en el mercado por el escualo muerto", explica a Efe el responsable de TSRCP.
Hace dos años, grupos de aficionados al buceo denunciaron la venta de carne de zorro marino en el popular lonja de Batangas, al sur de Manila.
El mercado, uno de los mayores de Filipinas, es frecuentado por mayoristas filipinos de origen chino con contactos en Hong Kong y Taiwán, donde la demanda de carne de tiburón en general es altísima y en particular la cola del zorro es considerada una exquisitez culinaria.
Las autoridades inicialmente echaron balones fuera pero tras la presión de Oliver y los ecologistas, el Gobierno filipino decidió incluir al zorro marino junto al tiburón ballena en su escueta relación de especies cuya caza está prohibida por ley y castigada con severas multas.
"Fue un hito para nosotros, y espero que algún día otros países sigan el ejemplo", señala el biólogo marino galés.
Las tres subespecies de tiburón zorro (alopiidae) se hallan en la "lista roja" de animales en peligro de extinción de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza, que advierte de que desaparecerán para siempre si no se pone freno a la pesca abusiva.
Además, todos los escualos pelágicos tienen una tasa de fecundidad muy baja, lo que dificulta aún más restablecer sus poblaciones.
El zorro marino común (alopias vulpinus) puede llegar a medir hasta seis metros de largo desde la punta de su hocico hasta el extremo de la puntiaguda aleta caudal.
Su característica distintiva es precisamente esta descomunal cola en forma de hoz, que mide lo mismo que el resto del cuerpo y emplea para desplazarse con más rapidez y como principal arma para capturar sus presas.
Este tiburón habita las aguas tropicales de todos los océanos, pero su extrema timidez y costumbre de alimentarse lejos de la costa hacen casi imposible que pueda ser observado por los submarinistas, que en Malapascua tienen una oportunidad casi única en el mundo para admirar a los escualos en mar abierto.

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