Como no hay ya poeta
que se acueste
sin llevarse a los labios
como un padrenuestro
el poema hecho
a ese animal feroz que es la familia.
Como esto sucede, luego
de abofetearla con palabras nuevas,
de encarnecerla, y disculparse en ella
de todo cuanto
pueda tenerse como culpa,
como sucede eso, sería
bueno escribir sobre los gatos.
Dejan pasar los días. En la noche
salen
con dos golpes de luz en la mirada.
Aman a gritos. Cambian
ideas tremendas con la luna.
Apresan el rocío gota a gota,
hacen de él un charco
donde bañarse mansamente.
Sobre un tejado
piensan, duermen o sufren.
Al cabo de las horas
el sol los toca suave. Se alzan,
se desperezan. Cruzan
sin saludar al hombre. Dueños
del día.
Recomienzan, pacientes, la taera
de ir guardando luz par la noche.
(Poema escrito por una escritora suramericana de la que desconozco el nombre)
jueves, 26 de junio de 2008
martes, 24 de junio de 2008
maya
lunes, 23 de junio de 2008
Septiembre sin ti
Septiembre es más que nada
tu ausencia
maullando bajo esta luna erguida
arrogante
finalmente solitaria
su dialecto de animal
antiguo.
Septiembre es tu sombra
habitando los pasillos,
las esquinas,
los sueños de esta casa,
y las horas quietas que vienen
y van
como recuerdos
de una mala memoria
fiel a tu locura.
Septiembre es el dolor agudo
acorraldo en mi silencio,
sin salida posible,
sin tregua alguna.
Desde mi ventana espío como una vieja
inquieta que necesita saber
dónde te escondes y asisto
a la cita nocturna
de todos los gatos
que no son tú
y a los que nadie
ha puesto nombre.
Y sin embargo
misteriosamente
copian tus gestos,
se arquean en preguntas
que no precisan esepuestas.
Evitan el roce de los desconocidos
con el mismo orgullo
que exhibías tú.
Como si realmente fuérais todos
miembros de una ancestral logia,
hermanos de una gran camada
que sobrevive al mundo.
(* Este poema lo escribí el 4/IX/2006 y está dedicado a Plin)
tu ausencia
maullando bajo esta luna erguida
arrogante
finalmente solitaria
su dialecto de animal
antiguo.
Septiembre es tu sombra
habitando los pasillos,
las esquinas,
los sueños de esta casa,
y las horas quietas que vienen
y van
como recuerdos
de una mala memoria
fiel a tu locura.
Septiembre es el dolor agudo
acorraldo en mi silencio,
sin salida posible,
sin tregua alguna.
Desde mi ventana espío como una vieja
inquieta que necesita saber
dónde te escondes y asisto
a la cita nocturna
de todos los gatos
que no son tú
y a los que nadie
ha puesto nombre.
Y sin embargo
misteriosamente
copian tus gestos,
se arquean en preguntas
que no precisan esepuestas.
Evitan el roce de los desconocidos
con el mismo orgullo
que exhibías tú.
Como si realmente fuérais todos
miembros de una ancestral logia,
hermanos de una gran camada
que sobrevive al mundo.
(* Este poema lo escribí el 4/IX/2006 y está dedicado a Plin)
De gatos, perros y otros animales
Decía Adolf Huxley que si lo que se desea es escribir sobre los seres humanos, lo mejor que se puede tener en casa en un gato. Yo, que soy un animal solitario, aunque no esté sola, tuve el enorme privilegio deamar a un gato. No pagaba hipoteca, pero se convirtió en el dueño de mi casa; nunca me importo, siempre recibi mucho mas... Ahora, que no esta, la casa y yo nos hemos quedado deshabitadas, vacias. Hay pasillos que permaneces intransitables, detenidos, como esperando... Es curioso, pero a estas alturas del camino, en el que las ausencias se suman y se multiplican, estoy convencida de que hablar de la muerte es una buena forma -al menos la unica que he encontrado- de recobrar la esperanza, porque sí que es cierto que uno tiene que adueñarse de sus recuerdos para poder aceptar la despedida. Mi dolor mide lo mismo que mi afecto, ni más ni menos. Sé que muchos pensar´n que no hay que confundirse, que cada cosa tiene su lugar, y hasta serán capaces de establecer sutiles diferencias entre el aprecio, el cariño, el amor... Como decía, a estas alturas del camino, yo sólo sé que la muerte nos iguala a todos sin excepción. Eso me alivia. No me disgusta la idea de que mi padre, gran amante de los gatos, esté ahora jugando con el mío. Y soy de la opinión de Lord Byron, que no dudaba en sentenciar que cuanto más conocía a los hombres, más amaba a su perro. A él se debe uno de los epitafios más hermosos que he leído nunca. Precisamente colgaba de la entrada de la clínica veterinaria donde hace una semana fallecía Plin. El poeta inglés le escribía a su perro Botswain: "Aquí reposan los restos de una criatura que fue bella sin vanidad, fuerte sin insolencia, valiente sin crueldad, y tuvo todas las virtudes del hombre y ninguno de sus defectos".
Yo no supe que pensan cuando se murio mi gato, asi que tampoco pude escribirle un epitafio o algo parecido. A cambio, los que lo amamos, sobre su tumba plantamos un limonero; no es que le gustaran los limones, epro era un gran amante de las plantas, debía de tener vocación de marinero. Ahora, por mucho que busque en mis bolsillos, sólo encuentro un silencio prolongado en el que vierto toda mi extrañeza.
(Esto lo escribi y publique un 18 de julio de 2006, ocho días después de que Mo se muriera)
Yo no supe que pensan cuando se murio mi gato, asi que tampoco pude escribirle un epitafio o algo parecido. A cambio, los que lo amamos, sobre su tumba plantamos un limonero; no es que le gustaran los limones, epro era un gran amante de las plantas, debía de tener vocación de marinero. Ahora, por mucho que busque en mis bolsillos, sólo encuentro un silencio prolongado en el que vierto toda mi extrañeza.
(Esto lo escribi y publique un 18 de julio de 2006, ocho días después de que Mo se muriera)
jueves, 19 de junio de 2008
El gato Plin (alias Mo)
Mi gato se llamaba Plin, un nombre un tanto curioso, para muchos raro. El caso es que su nombre primero, el que le puso mi hermana antes de quedarse embarazada y "encasquetármelo" a mí, era Lin, pero Ana y yo coincidimos en que nos resultaba demasiado pretencioso para un animal que, además, tenía una madre con pedigrí (al menos eso decían). Lo cierto es que de inmediato pensamos que lo mejor era enderezar el rumbo de este felino que amenazaba con convertirse en un animal pijo tanto por su descendencia como por su nombre. Ya que los genes no había quien los cambiara decidimos modificar lo que sí estaba a nuestro alcance, y se quedó Plin, primero, porque era una especie de quedada (a mí plin) y segundo, porque sólo tuvimos que añadir una letra a su primer nombre. Así, Plin llegó a nuestras vidas, la mía, la de Ana y la de mi hermano Salvador para quedarse definitivamente y dejar en nosotros una huella imborrable cuya dimensión fuimos incapaces de imaginar. Mo (su segundo nombre) era, como todos los felinos, un animal curioso que iluminó nuestros días sin ningún esfuerzo, siendo él. No cambió nunca. Fue un erre que erre.
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