jueves, 28 de agosto de 2008

Canelo

Varias horas antes de que el ex vicepresidente de los Estados Unidos expusiera sus "verdades incómodas" en el Auditorio de Tenerife ante un nutrido grupo de políticos y empresarios, y apelara a nuestra "responsabilidad moral" para frenar el cambio climático, Canelo abandonaba este mundo, "el único lugar que tenemos para vivir", en palabras de Al Gore. Asimismo, unas horas antes de que el viejo Canelo se citara con su muerte había salido a la calle con su galope corto a olisquear como siempre esquinas y perritas en celo, ignorante (gracias a Dios) del calentamiento global del planeta y de nuestra mala conciencia por ser los únicos responsables de no tener futuro. Esta misma noche Canelo andaba ya asfixiado. Su problema es que tenía un corazón demasiado grande, prácticamente no le cabía en el pecho, y el era pequeño, muy pequeño... Así es que, poco a poco, dejó de respirar ante la mirada de su querida Sofía, que permaneció con él hasta que tuvo que irse a trabajar. Y casi a la misma hora en que Al Gore abría una ventana a la esperanza a sus angustiados espectadores tras describirles las catastróficas consecuencias del deshielo de la Antártida yo me enteraba por sms de la muerte de Canelo, de nuestro querido Canelo, y abríamos los ojos para dejar escapar las primeras lágrimas. Más tarde, mientras el ilustre conferenciante almorzaba en Pueblo Chico con Ricardo Melchior y se asombraba de la "intelectualidad" de Marisa Tejedor mientras degustaba platos elaborados con productos de la tierra, yo me asombraba del frñio de la muerte en un día tan caluroso y velaba el cuerpo de Canelo en su casa, junto a Sofía, la mujer que había elegido como dueña. Permanecía ahí quieto, en calma, como escuchando todos los disparates que sobre él decíamos. Por la tarde enterraron a Canelo, en esta misma tierra que al parecer agoniza. A esa hora yo estaba trabajando, por eso me despedí antes. Y mientras su dueña y varios de sus amigos brindaban por él entre lágrimas y pensamientos silenciados, yo no podía dejar de pensar en lo egoísta que soy: hoy no me duele el mundo, sino tu ausencia.


(Este texto lo escribí y publique el 28 de junio de 2007, creo que un día después de la muerte de Canelo)

miércoles, 27 de agosto de 2008




Esto va por ti, gato mo. Un homenaje particular a ti y a mí. Fíjate que gran casualidad, buscaba un vídeo de Nina Simone, porque a tí te gustaba, indudablemente, la música negra, y Nina, Nina es maravillosa (como diría Anita Shane ¿recuerdas? Te subiste a su hombro sabiendo que era alérgica a los gatos. Eras un gran cabrón. Adorable hijo de ..., pero ella se ríe al recordarlo, lo hiciste con cariño) y fíjate, sólo para tí. Tq.

martes, 26 de agosto de 2008

Maullidos

Estaba durmiendo, soñando... y en mi sueño sonaba el eco de un maullido cada vez más intenso que terminó por despertarme. Abrí los ojos y seguí escuchando el gemido de un gato, a veces apagado, tímido, y al rato más grave... Me asome a la ventana de mi dormitorio y mis ojos buscaron la sombra del felino, pero no pude distinguir nada. Me dirigí a la cocina. Me calenté un vaso de café y leche. Regresé a la cama y encendí un cigarro. Pensé que a lo mejor eras tú, gato Mo, que me avisabas de algo, como en una de esas historias que te cuentan o lees en la que tu "mascota" (realmente esta designación de parece horrorosa) regresa de no sé donde para salvar a su "dueño" (otro concepto desacertado) de un peligro inminente. Miré tu retrato al borde de mi cama. Te sonreí. Volvió el maullido, ahora sí, inconfundible, creciente, intenso, no de uno, sino de dos voces animales. Volví a abrir la ventana. Justo enfrente, uno de los gatos de la urbanización vigilaba a el que parecía ser un intruso gris con una franja blanca. Iniciaron un diálogo incansable que crecía incontrolado de tono. No sabía muy bien si se trataba de un cortejo o de una expulsión territorial que probablemente acabaría en pelea. Recordé las trifulcas de Calcetines y Rubistein en casa de Rosa, que siempre acababan con los dos enroscados en una bola irreconocible de pelos que iban dejando luego a su paso. (Para que luego digan que los gatos evitan las peleas. Estos eran dos peleítas que se la tienen jurada). El caso es que así estuvieron como hora y media. Entre asalto y asalto, me volvía a asomar y el gato de la urbanización mantenía acorralado al intruso, que por su posición debía de haber recibido ya una severa advertencia. Hasta que se cansaron y cada uno tomó su camino, agotados, derrotados los dos, amanecida ya la ciudad, con sus ruidos cotidianos. Intenté conciliar nuevamente el sueño, buscarte en mi duermevelas para contarte con detalles toda esta batalla felina.

martes, 5 de agosto de 2008

Recordatorio





El 10 de julio ya pasó. Evité escribirte. Citar tu muerte.

El 10 de julio entraste en mi pasado, como dice el tango. Aunque esto no sea del todo cierto.

Prueba de tu presente en mi presende es este blog un tanto extraño donde voy dejando rastros certeros de ti y de otros animales. A algunos los conocistes, a otros los ignoras. Algunos son reales, y otros forman parte del imaginario de aquellos que necesitaron inventar su propio bestiario.

Sabes, gato Mo. Mi querido Plin. Hay historias increíbles y afectos inquebrantables que me acercan aún más a ti. A través de ellas descubro un universo común en el que animales y personas han estado siempre cuidando los unos de los otros.

No sé. Me siento en muchas ocasiones huérfana, desamparada, perdida. Presiento que todo el afecto que tenía para ti lo estoy almacenando en algún lugar de mi alma y me está devolviendo al autismo afectivo de antes de conocerte. ¿Recuerdas?

Intento evitarlo. Puede ser que en mi camino vuelta a tropezarse otro animal. Otros ángel custodio. Otro compañero de vida. Mientras tanto procuro desterrar este sentimiento de soledad absurda y difícilmente explicable. Es una soledad nueva. Sin ti. Sin tu mirada o tu silencio, o tu presencia constante. Sin tu ternura y tu juego. Sin mi risa.

También está Ana. Que te llora -lo sé-. Te citamos constantemente, como un par de viejas locas que aprovechan cualquier pretexto para recordar los viejos y buenos tiempos en que tu iluminabas las estancias de la casa y de nuestras vidas. En fin. Así somos los humanos, o al menos yo, con una terrible inclinación a la tragedia y al absurdo. Pero, no olvides, detrás de esta cáscara que no sirve para nada, estoy yo.

Gato en la calle (F. Pessoa)

Gato en la calle jugando
como si fuese en la cama,
tu suerte estoy envidiando
porque ni suerte se llama.

Siervo de leyes fatales
que rigen piedras y gentes,
con instintos generales
sientes sólo lo que sientes.

Feliz porque eres así,
tu nada se te entregó.
Yo, viéndome, estoy sin mí,
me conozco, y no soy yo.